Bruce Riley convierte su expresión artística en un ritual de respeto al movimiento y los colores. Observando su proceso creativo, establecemos una conexión especial con su obra. Cada uno de sus trazos es hipnótico, orgánico, como una melodía cromática que se extiende por los sentidos. Su pintura es tan viva como la naturaleza, y es precisamente esa admiración a lo natural lo que imprime una belleza particular a cada gota que explosiona en el lienzo.

Bruce es un artista autodidacta, utiliza el goteo de pintura y resinas para crear formas abstractas, pero lo más interesante es como experimenta e improvisa sin miedo al resultado. El no domina su creatividad, como tampoco sus pinceles, deja que fluyan libremente evocando los movimientos presentes en la naturaleza y creando así una relación de armonía con ella.

Su proceso creativo es sencillo, sutil y está vivo, como lo están sus obras. Cuando le escuchamos hablar de arte, descubrimos a un pintor genuino e inspirador que define la creatividad como algo innato en los seres humanos, no es exclusiva de aquellos que son profesionales del arte, y que por lo tanto todos somos artistas.